Por Daniel Campos (Corresponsal LBD en Palma de Mallorca, España)
La reciente desaparición física de Niki Lauda disparó rápidamente una gran idea por parte de nuestro hombre en España. Daniel Campos se encuentra escribiéndo un libro sobre la Fórmula 1 Internacional. Durante alrededor de una semana y a modo de homenaje espiaremos los capítulos que involucran al austríaco triple campeón del mundo. Cuarta entrega.
El primer día de agosto de ese año amaneció muy frío. La lluvia tampoco faltó a la cita en el circuito de Nurburgring. Tras cumplir la primera vuelta, Niki Lauda paró en su box para cambiar neumáticos, la estrategia de salir con compuestos para lluvia no funcionó, cayendo hasta la décima posición. Retornó a pista velozmente por detrás del Brabham que conducía el brasileño José Carlos Pace.
El austríaco quería recuperar el tiempo perdido exigiendo al máximo a su Ferrari 312 T2. Fue al llegar a la curva Bergwerk, donde la rueda trasera izquierda de su auto tocó el pianito del lado interno de la curva, estrellándose a 250 km/h contra el terreno y arrasando a su paso las defensas de madera y alambre. Tal fue la fuerza del impacto que volvió a la trazada. Estalló el fuego y según las imágenes captadas por un aficionado con su cámara de 8 milímetros, el piloto permanecía dentro del habitáculo.
Jody Scheckter venía por detrás, alcanzó a esquivarlo pero no se detuvo. Más atrás aparecía Bret Lunger, que frenó pero no pudo evitar embestir al coche siniestrado. Luego llegó Arturo Merzario, saltó de su auto y corrió para socorrer al austríaco. Hans Stuck agitaba los brazos en el medio de la pista para avisar a los demás corredores que aminoraran la velocidad.
En tanto, Harld Ertl y Guy Edwards se unieron al rescate del hombre de Ferrari. Descubrieron horrorizados que Lauda no llevaba el casco puesto, y con la ayuda de un extintor trataron de apagar las llamas, aunque el fuego continuaba. Llegaron las asistencias médicas y el piloto pudo ser rescatado. John Watson, tomó entre sus manos la cabeza de Lauda, y le hablaba para mantenerle conciente.
Le costaba mucho respirar y preguntó cómo estaba su cara, a lo que el irlandés contestó, “está bien, Niki”. Tras aplicarle un vendaje de emergencia le llevaron en camilla hasta la ambulancia que lo condujo a un hospital en Adenau. De allí fue derivado en helicóptero a la ciudad de Ludwigshafen donde se hallaba una clínica especializada en quemados. Además de las heridas causadas por el fuego en su rostro y extremidades, lo más grave fue la intoxicación por aspirar gases nocivos a una temperatura de 900 grados.
Resultó con un pómulo y la mandíbula rotos. No podía ver porque sus ojos estaban hinchados, pero el austríaco era fuerte y no se rendía. Uno de los médicos que le asistió habló con sus padres y no les dio muchas esperanzas, inclusive un sacerdote se encargó de darle la extremaunción. Pero quince días más tarde Lauda abandonó la clínica y se marchó a su casa en Salzburgo.
La rehabilitación sería muy dura, pero el vigente campeón muy pronto estaría subido al volante de su Ferrari. Tan sólo era cuestión de tiempo.