Por Oscar «Huevo» Sánchez (Gentileza para LBD)
Se terminó la serie entre Phoenix y Denver. Cruce concluido con categórica victoria de los Suns que analizó el entrenador y ahora compartimos.
El básquetbol sigue siendo el deporte más lógico de todos. Por suerte, y para nosotros los apasionados del juego que a diario lo consumimos, los Phoenix Suns nos brindaron una serie maravillosa de juego colectivo, y demostraron que además del tiro de tres puntos y juego anárquico que muchos ejecutan, hay que ser inteligentes como equipo en todas las facetas del juego y desplegarlo.
Su defensa de inicio fue excelente. Viéndola en forma global, el timming defensivo a medida que la bola rotaba o penetraba era de manual. No hicieron ayudas con las manos, sino que movían sus piernas con rapidez y con conceptos defensivos, que todo entrenador predica.
Para colmo, adosándole a este gran despliegue e interés por no dejar atacar cómodo al rival, Atrás tienen un animal y tiempista como Jae Crowder, quien totalizó 4 tapones y permanentes ayudas cerrando cada penetración, y que secó a cada jugador que se le puso enfrente. Nadie le convirtió.
Causaba impotencia no poder, en gran parte del juego, tomar tiros con tiempo y espacio. Los Suns nunca permitieron esa libertad.
A través de semejante despliegue colectivo intentaron, siempre, en ese sprint que uno debe tener al inicial la transición (esos primeros tres pasos veloces) ser un huracán ofensivo. Produjeron a cancha abierta mediante Devin Booker, donde se siente más cómodo, y en movimiento, y un punta como Mikal Bridges (un «mimbre»), definiendo a voluntad.
En el juego estacionado, demostraron sabiduría y ejecución. Inteligencia para ser prácticos y seguir como en toda la serie “atacando” a Nikola Jokic, un maravilloso atacante y una “momia” defensiva, que fue expuesta gracias a las pocas variantes de defender esa constante acción de bloqueo directo.
No sé puede entender aún como no probaron pasar por detrás (push), y el defensor del pívot empujar para que la cortina sea más arriba y darle al maravilloso Chris Paul un tiro que no abusa, el de tres puntos.
En este permanente pick and roll se turnaban con el otro grandísimo ayuda base, Devin Booker, donde su defensor lo perseguía de atrás y este lanzador siempre tomaba ese tiro, ya que el serbio permaneció toda la serie atrás y descansando, viendo como disfrutaba ese lanzamiento sin oposición.
Otro, e importantísimo, ingrediente para que su ataque refleje mayor juego colectivo fue su velocidad de pases. Quizás junto a ese calvario del pick and roll fueron sus mejores argumentos.
Con otras armas que usaron, como los movimientos en círculos, el balón en mano o las cortinas sucesivas, sucedía lo mismo, al no existir la ayuda del gran pivot serbio.
El juego cambió con la expulsión del MVP. Los locales, sabiendo que no tenían su primera y segunda opción en Nikola Jokic, comprendieron que el peso ofensivo estaba ya en ellos y el balón empezó a rotar con todos.
Facundo, de enorme cambio para bien en la toma de decisión, estuvo bárbaro, y Will Barton, como el mismo Monte Morris, tuvieron siempre puntos en sus manos.
Llego el final y a tres minutos y monedas el local estaba en juego, y creyendo que se podía evitar la barrida. Pero aquí estuvo quizás la síntesis de todo. Un minuto desde la banca, con un diseño genial y culminación del pick and roll, pero siendo el tirador quien cortina y no el pívot, definió el juego ante la falta de gol del gran base de los Suns.
Hubo diferencias abismales en la concepción del juego, como así también en los duelos de entrenadores. Monty Williams fue mucho más que Michael Malone.