Fluminense-Flamengo, el clásico carioca vivido desde adentro

Por Martín Tinka Velasco (Corresponsal LBD en Rio de Janeiro) /Tw: @tinkavelasco/ LBD

Nuestro corresponsal estuvo en el mítico Estadio Maracaná para presenciar uno de los partidos más importantes del mundo. Detalles de una experiencia de primer nivel.

 

 

 

 

Viajar en Metro para llegar a destino ya marcó una experiencia única. ¿Por qué? Lo más sorprendente fue ver a hinchas de ambos equipos compartir el transporte público. Si, aunque parezca extraño, se enfrentaban dos de los conjuntos más importantes de Rio de Janeiro y con una histórica rivalidad, pero iban uno al lado del otro, en familia y sonriendo entre ellos, como si se tratara de un encuentro con amigos.
El partido comenzaba a las 16 pero este cronista llegó dos horas antes, con la intención de observar los pormenores. Así fue que arribaron los colectivos de los protagonistas, ambos ambientados con los colores de la camiseta. Primero fue el Flu, con algunos silbidos porque se presentó por la puerta donde ingresaban los hinchas del Mengao. A esta altura, de más está decir que no hubo ningún tipo de insulto y mucho menos la mínima intención de arrojar algo al bus. Inmediatamente apareció el otro, ovacionado por sus torcedores.

Camino al ingreso, por el sector D del estadio, los policías saludaban de buena manera al igual que las personas encargadas de guiar al público. Si, había gente que parada cada aproximadamente 50 metros preguntaba si estaba seguro del lugar por el que debía entrar, indicando el recorrido, siempre con buena cara y hablando de forma educada.

El cacheo fue como en cualquier lado, con la diferencia que previo al “toque” de las fuerzas de seguridad, había dos uniformados equipados con detector de metales. Una vez aceptadas las entradas (las escaneaban por una máquina que habilitaba o no el pase), comenzó el camino hacia las gradas. Antes de eso, decidí pasar por el baño, y ahí volví a quedar boquiabierto.

Tres hombres encargados de la limpieza hacían entrar a los hinchas que amablemente realizaban la fila. Jabón, cambiadores para bebés y toallas para secarse las manos aparecían entre las imágenes resaltantes. Parecía un shopping center de buen nivel, pero era una cancha de fútbol.

Fila Y, asiento 3. Ubicado en la butaca, con cómodos asientos de plástico, comenzó a llegar la gente. Otra vez, la incredulidad se apoderó de este reportero. Ambas escuadras se ubicaban en la misma tribuna. Si, uno del Flu, otro del Fla, o en diferente orden pero compartiendo una platea. Sonrisas, cargadas, gestos de “ganamos nosotros” mostraban desde los dos lados.

La popular era otra cosa. Flamengo estuvo cerca de llenar la suya, pero Fluminense apenas superó el 50%. La imagen se mantuvo hasta que a las 16, los equipos comenzaron a jugar el clásico de la ciudad.

El desarrollo del juego fue análogo al de las tribunas. Uno iba al frente, intentaba, proponía más que el rival. El otro estaba expectante, como si no tomara dimensión de lo que estaba disputando ese domingo. Pero el fútbol es así, cuando parecía que el visitante (según indicaba el fixture) tenía todas las de ganar, llegó la apertura del marcador. Fue el ex Gremio Rafael Sobis, de grandes batallas en Copa Libertadores, el que puso arriba al Tricolor.

Minutos más tarde, sin tener mucho tiempo para entender el 1-0, apareció Elias y estableció justicia en el resultado, que se modificaría otra vez en favor del Fla por intermedio de Hernane, quien con un taco anotaba un golazo para irse 2-1 al descanso.

Ya en el complemento, la fiesta seguía siendo del equipo más popular de Rio, no por cantidad de hinchas sino porque fue creado, mantenido y aun provisto por hinchas de bajos recursos. El 3-1 liquidó la historia, cuando el ex jugador de la selección verdeamarelha, André Santos, empujó al fondo del arco una serie de rebotes. Pegadito a él, y con gran responsabilidad en el gol rival, Fred, centrodelantero titular del Scratch, miraba incrédulo.

De ahí hasta el final solo quedó tiempo para el festejo rojo y negro, con cánticos tomados de las barras argentinas, mismo ritmo pero diferente letra, o en algunos casos ambos similares. El descuento nuevamente de Sobis no alcanzó, porque Flamengo sacó del medio y terminó el partido, todos en paz, algunos abrazándose y otros penando por lo bajo, con la tristeza de perder un clásico pero con la entereza de un amante del deporte que puede ir a disfrutar un espectáculo con su familia sin preocuparse por lo que pueda pasar.

La salida, el puente camino al Metro y el regreso en el mismo medio fue igual, con torcedores de los dos, que regresaron a su casa enteros, con felicidad o tristeza, según el caso. Un espectáculo de primer nivel internacional, con una excelente organización y la tranquilidad de saber que de seguir por este mismo camino, el mundial del próximo año será en un país que, como lema de gobierno, pregona por la “Paz en el deporte”.

 

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