Por Leandro «Nacho» Garassino (Especial para LBD desde Córdoba)
La familia de Andreas Nikolaus Lauda, más conocido como Niki Lauda, informó que la legendaria figura de la Fórmula 1, falleció en el día de ayer.
Luego de una falla renal, a los 70 años de edad, dijo adiós el piloto que ya había padecido varias intervenciones quirúrgicas e internaciones, incluyendo dos trasplantes de riñón y uno de pulmón.
Precisamente, su mujer, Birgit Wetzinger, fue quién donó uno de sus riñones al conductor. El otro fue donado por su hermano Florian.
La historia de este piloto es fenomenal, una verdadera leyenda en la máxima categoría del automovilismo. Por aquellas épocas, no existían las protecciones en los coches que existen hoy y en cada una de las competencias se jugaban la vida, era una disputa con la muerte, debido a que un error podía quitarte la vida.
El tricampeón mundial (1975, 1977 y 1984) estuvo al borde del abismo, vio la cara de la muerte el 1° de agosto de 1976, tras un fatídico accidente en el Gran Premio de Alemania.
En la curva de Bergwerk de Nurburgring, su auto se descontroló y salió disparado contra el paredón, quedando envuelto en llamas.
Después de algunos giros, otro coche impactaría sobre el suyo, el norteamericano Brett Lunger, quién resultó crucial según declaraciones de otro corredor que ayudó al austriaco.
La Ferrari que conducía el vienés tenía otro sistema de seguridad para desabrochar sus cinturones, el de los Estados Unidos sabía esto debido a que había competido con los de Maranello.
Acudiendo junto a tres pilotos más (Harald Ertl, Guy Edwards y Arturo Merzario) a salvar a Lauda.
Esa es una de las razones por las que Niki se salvó ese día, incluso cuando lo estaban atendiendo en el centro de atención hospitalaria, un sacerdote le dio la extremaunción (un sacramento a personas próximas a la muerte).
Luego el corredor declaró sobre ese acto: “Me dije: Esto no será así conmigo. Esto me motivó para seguir con vida”. Su rostro quedaría marcado para siempre después de aquel accidente, evidenciando las quemaduras que le provocaron las llamas de su monoplaza. Además, inhaló gases tóxicos que dañaron gravemente sus pulmones.
Lo sorprendente de su historia es que apenas 42 días después, volvería a subirse a un auto de Fórmula 1.
Continuaba aún puntero del campeonato por tres unidades, delante de James Hunt, a pesar de su ausencia. Sin embargo, el último gran premio de la temporada en el circuito de Monte Fuji, Niki Lauda dejaría a un lado un campeonato y a una carrera.
Está decisión fue heroica, en representación a todos aquellos que dejaron su vida arriba de un monoplaza. Tras un temporal desatado en el Gran premio japonés, decide ir a la calle de boxes y abandonar el Gran Premio Japonés.
En la temporada siguiente arrasaría con su Ferrari y volvería a ser campeón mundial por segunda vez, pero el vínculo ya estaba roto con los de Maranello tras esa decisión.
Pasa luego a la escudería Brabham en 1978, sin mucho éxito, y tras un breve retiro regresa con Mclaren en 1982, logrando en 1984 un nuevo campeonato.
“Prefiero tener mi pie derecho bien que una cara bonita”, una de las tantas frases dichas por la legendaria figura.