Por Javier Nicolás Baroli (Corresponsal LBD en Río Gallegos)
En medio de tanta barbarie que antecedió a la segunda final de la Copa Libertadores, River y Boca nos regalaron un partido épico que trajo un manto de piedad a los amantes del fútbol.
El fútbol siempre da revancha dice la muletilla de quienes amamos este deporte. Y no desde la vereda de la victoria y de la derrota, sino de la herida que nos dejó a todos lo acontecido en torno a este súper clásico.
Cuando el árbitro pitó el comienzo del partido, nos despojamos del TAS, de la Conmebol, de apelaciones y de todo lo que no tenía nada que ver con el fútbol. Y fue a partir de ese momento que ganó este deporte sagrado. Por que veíamos a la redonda bailar al compás de sus intérpretes.
River fue mejor. Por que tiene un estratega de otra galaxia. Y tiene a jugadores que entienden a la perfección lo que su conductor les pide. Boca fue un puñado de individualidades. Una constelación de estrellas que cuando tenían que brillar, no lo hicieron.
Lo que viene para el Millonario, vendrá de arriba. La página más gloriosa de su institución se escribió este domingo. Y nosotros, los contemporáneos de Ginobilli, de Messi, de Maradona, de quienes escriben las páginas del deporte fuimos testigos.
El deporte tuvo revancha. Todos tuvimos revancha. Un fútbol argentino que agonizó durante algunas semanas resurgió de las cenizas.
Está en cada uno de nosotros, cuidarlo, para que sigamos deslumbrándonos con gestas épicas como la del River Campeón de la Copa Libertadores de América 2018.
