Por Isidoro “Chory” Aramburu (Corresponsal LBD en Brasil)
Con toda la ilusión partimos desde Ushuaia el 12 de junio rumbo a tierra Carioca con el sueño de alentar con toda la potencia fueguina y Patagónica a la escuadra nacional que defiende la celeste y blanca en el mundial de Brasil. Recorrimos con entusiasmo y gran expectativa seis mil kilómetros para decir presente en el “fan fest” organizado en Copacabana sobre las blancas arenas de las mejores playas del mundo. A ritmo de carnaval confraternizamos con torcedores de todo el mundo, tal cual llaman a los hinchas de las selecciones allí en Brasil.
Las primeras emociones llegaron cuando cantamos el himno nacional con lágrimas en los ojos al comienzo del partido contra Bosnia, y nos abrazamos en alegría interminable entre nosotros y con el resto de los connacionales que allí estaban e inclusive con holandeses, nigerianos, colombianos, chilenos, uruguayos, escoceses o alemanes que para nuestra sorpresa aman a Messi y tienen gran simpatía por nuestra selección. Esa noche de bautismo fue grandiosa, monumental y los festejos, bailes y brindis duraron toda la noche.
Así, sin preludio, comenzábamos a palpitar la emoción única, la alegría inconmensurable, las sensaciones irrepetibles que provoca ser protagonista y espectador activo del ambiente que rodea a un mundial de futbol, agigantado en este caso, porque es en Sudamérica, nuestra Patria grande y por la presencia excluyente de Messi no solo para los argentinos sino para todo el mundo.
Nos instalamos en Cabo Frio, a 120 kilómetros de Rio de Janeiro, ese sería nuestro centro logístico y desde allí nos movíamos, para ver los partidos más importantes en cada estadio, o en cada playa, donde instalaran pantallas gigantes, centro de reunión de cientos de miles de fanáticos de todos los rincones del planeta, para disfrutar del mundial y los partidos bebiendo una cerveza, fernet o caipiriña bajo el cálido sol Brasilero.
Pero sin lugar a dudas el punto culminante de nuestra travesía singular y apasionante, fue cuando arribamos a Porto Alegre en vísperas del partido contra Nigeria. La ciudad estaba colapsada por la invasión de cientos de miles de hinchas argentinos, había camisetas celestes y blancas, banderas por todos lados, todos llegaron allí desde Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Córdoba, Buenos Aires y tantas otras provincias Argentinas, para ver al día siguiente el partido de la selección, en el Estadio y en el predio del “fans fest” instalado en el centro de la ciudad a pocas cuadras de donde se jugaría el partido.
Para nuestra sorpresa, la gran mayoría de la población brasilera de Porto Alegre, de la tierra del gaucho de Rio Grande do Sul, hinchaban por Argentina y muchos de ellos vestían la casaca nacional. Algunos de ellos con neto corte independista, no sienten una misma identidad con el resto del pueblo brasilero del norte sino que se identifican más con nuestra nación y hasta toman mate, comen asado y lucen pilchas gauchas con orgullo.
Durante la previa del partido, una cantante brasilera cantó sobre el escenario varios chamamés, una milonga, la emblemática “Canción con todos” y hasta Lunita tucumana de Atahualpa Yupanqui. Todos los presentes, bailamos, cantamos con vigor y aplaudimos emocionados. Luego llegó el momento del himno nacional, vibrante, emotivo. Después fue el turno del partido contra Nigeria, y como broche de oro de nuestro periplo antes de regresar a Ushuaia, el triunfo por 3 a 2.
Los pernoctes en lugares lúgubres, donde nos alcanzara la noche, las comidas a veces austeras, la imposibilidad de entrar a alguno de los estadios en los que jugó la selección; no solo no empañaron la travesía, sino que le dieron la mística necesaria, esa que nace de la simpleza y el amor incondicional por ese sueño que nos guiaba en esta experiencia única.
El puntaje ideal, los goles de Messi y la actitud de los jugadores nos dejan la esperanza de que podemos volver a vivir la gloria de tocar el cielo con las manos, con las manos de Messi, sin dudas, el genio, ese que nos permite soñar, el que nos da la valentía y el coraje de permitirnos cantar:
“Brasil decime que se siente tener en casa a tu papá…”