Viviendo un sueño

Por Mauricio Zentner Lavori (Corresponsal LBD en Buenos Aires)

Alamiro Vaporaki nació con una pelota bajo el brazo y hoy la vida lo premió con un mundial. Mañana debuta ante México desde las 9 (Hora Argentina) en Bangkok, Tailandia. Sus comienzos, historias, anécdotas y objetivos en una charla exclusiva. ¿Cómo se llega a la élite nacional desde el confín más austral del planeta?

La excelencia es un objetivo que muchos se plantean pero pocos alcanzan. Se basa en esforzarse con una meta. En este caso lo principal fue no desviar la línea. Mantener la confianza ante cualquier imponderable.

Alamiro Vaporaki nació en Ushuaia, Tierra del Fuego, el 1º de Diciembre de 1983 y desde que aprendió a caminar no se cansó de despuntar el vicio con una pelota. Los Andes fue el equipo que lo cobijó en la ciudad más austral y cada vez que vuelve no duda en vestir los colores que marcaron su infancia.

A los quince años decidió cambiar radicalmente su vida para jugar en el fútbol grande del país. Se mudó a la Capital Federal a corta edad para ingresar en Huracán de Parque Patricios junto a jugadores de la talla de Mariano Andújar, por ejemplo. Pasó por All Boys y luego le llegó el turno de disfrutar en Estudiantes de Caseros.

Estuvo tres años en la primera siendo profesional y cobrando por hacer lo que más le gustaba. Compartió plantel con Daniel Vega, Fabio Schiavi, Mauro Matos y tuvo como entrenador por mucho tiempo a una de las figuras históricas de Boca, Blas Giunta.

“Nunca me voy a poder olvidar cuando en Estudiantes compartí vestuario, también, con el ´Pocho´ Lavezzi por una temporada. Un día terminamos de jugar y nos fuimos juntos a Rosario para la fiesta de cumpleaños de un amigo suyo. Paramos en su casa junto a la madre de su hijo pero a la noche nos tomamos hasta el agua de los floreros. Salimos de ahí al mediodía y recién volvimos el domingo a la noche después de dormir unas horas. Llegamos al límite el lunes para entrenar y, aunque todo salió bien, estuvo mal lo que hicimos. No pensábamos como gente grande. Éramos adolescentes que sólo querían salir, joder y bailar. La vida nos fue cambiando”.

Después de su paso por el fútbol once la hora de colgar los botines y volver a las zapatillas le llegó. En 2006 arrancó en América del Sud ascendiendo a la División de Honor de FUTSAL con un nivel superlativo para luego ser transferido a Argentinos Juniors.

Su velocidad, destreza y habilidad en espacios reducidos resultó clave para el ascenso dentro del fútbol de salón nacional recibiendo elogios de los más reconocidos periodistas del ambiente y el propio seleccionador, quién lo convocó para la mayor y le permitió empezar a recorrer el mundo. Como él mismo nos contaba en 2007 alcanzó “metas inesperadas” a lo que se sumó la terna en los premios Olimpia.

Pero la escalera a la fama no pensaba frenar su ascenso. Retornó al año siguiente a América obteniendo el segundo escalón del podio detrás del multicampeón Pinocho y redondeó una temporada ideal siendo reconocido como el mejor jugador de la liga por la flamante revista “Pasión Futsal”. Como si algo faltaba, repitió terna en los Premios Olimpia y sumó a su palmarés otra en el marco de los Alumni.

“Fue un golpe muy duro que costó asimilar pero afortunadamente se hizo rápido”, así refiere Ala a la lesión que lo mantuvo alejado de las canchas por seis meses: rotura en el ligamento cruzado de la rodilla derecha. Un palo en la rueda que no afectó su mentalidad ganadora.

Asimismo recuerda lo que fue ver al mejor de todos los tiempos en una cancha: “En ese empate 6-6 con los brasileños como visitante -resultado histórico- tuve la oportunidad de enfrentar a Falcao. Era algo increíble. Nos impresionaba. La tenía atada. Cuando terminó el partido todos lo esperamos para sacarnos una foto”.

El retorno se concretó en 2010 y con la camiseta de Pinocho, ni más ni menos. Se consagró en los dos torneos locales y coronó con el nacional para no dejar dudas del poderío. “Fue una experiencia muy linda”.

¿Pero qué puede faltar en una carrera de esta magnitud?

Hace un año nuevamente América del Sud le abrió las puertas para compartir plantel con Guillermo, el menor de sus dos hermanos quién siguió su huella mudándose a la Capital Federal para entrenar profesionalmente. “Con Quiqui cumplí uno de mis sueños. Compartir lo que más te gusta con los que más querés es algo incomparable”.

En el segundo semestre metió dos goles vitales sobre suelo brasilero y eso llamó la atención del exterior. Lo buscaron desde el Cus Chieti; arregló el pase y se instaló en Italia bajo la nieve por dos meses.

En 2012 la vida le deparó Boca Juniors, dentro de un plantel plagado de figuras y que se quedó con todo durante el semestre inicial. Pero el punto cumbre lo alcanzó hace unas semanas, cuando recibió la convocatoria oficial para integrar el plantel argentino que en noviembre disputará la Copa Mundial de la disciplina en Tailandia. “Estoy viviendo un sueño. Cuando era chico jugaba con la nieve y hoy estoy compartiendo la cancha con los mejores del mundo. Lo principal en mi carrera fue disfrutar el día a día y dar lo mejor para ir progresando. Primero por mí y luego por una cuestión profesional. No me puedo quejar de nada”.

Humildad, aplomo, tranquilidad y perseverancia.

Alamiro Vaporaki, un pingüino con el corazón caliente.

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