Por Matías Pouso (Corresponsal LBD en CABA)
Juan Martín del Potro estuvo a un solo paso de volver a coronarse en el Abierto de los Estados Unidos, pero en la final se topó con un Novak Djokovic impenetrable que lo derrotó por 6-3, 7-6 (4) y 6-4; el serbio además le arrebató el tercer puesto del ranking al tandilense.
Las segundas partes no siempre son mejores, eso vivió Juan Martín Del Potro este domingo en su segunda final de Grand Slam, justamente en el mismo lugar que lo vio coronarse de su, hasta ahora, único Major.
Por el lado del serbio, este año se recibió de Ave Fénix. En Wimbledon regresó a las grandes ligas, y en el Abierto de Estados Unidos, confirmó su plenitud.
El serbio venció a Juan Martín del Potro por 6-3, 7-6 (4) y 6-3, en tres horas y 15 minutos, para hacerse con su tercer título en Nueva York y decimocuarto Grand Slam.
Esos 14 le permiten igualar a Pete Sampras y situarse a tres de Rafael Nadal y a seis de Roger Federer.
A sus 31 años, y renacido después de la lesión y posterior operación del codo que lo mantuvo una temporada alejado de la élite tenística,
Nole se reincorpora al podio mundial y buscará luchar por terminar en lo más alto del escalafón.
El de Belgrado ganó seis veces el Abierto de Australia, cuatro Wimbledon, tres el US Open y una Roland Garros.
Habiendo ganado los dos últimos Grand Slams, Djokovic empieza a parecerse mucho al tenista que monopolizó el circuito en 2015 y 2016.
Su tenis neutralizó la potencia de un Del Potro que luchó al máximo de su potencial, pero que flaqueó en los momentos decisivos.
El regreso a la competencia de alto nivel y el acceso a instancias decisivas es una gran noticia para el tenis nacional.
Tras un comienzo parejo en la final, con largos intercambios en las diagonales, y con ambos tenistas buscando el revés rival, Nole marcó distancias en el octavo juego, volviendo de un 40-0 hasta lograr el quiebre que acabó por darle el primer parcial.
Con la serenidad de un monje tibetano, aguardo su oportunidad frente a un Del Potro que empezaba a sufrir la defensa formidable del europeo, esta vez el famoso martillazo no tuvo rindió frutos.
Haciendo de la defensa un arte, Djokovic acortaba los peloteos y gobernaba una final que caía cada vez más de su lado con otro quiebre en el tercer juego del segundo set.
La hinchada argentina, liderada por la barra de Tandil, mantenía el empuje hacia un hombre cuya resistencia a la adversidad ha sido siempre admirable.
En la lluviosa noche neoyorquina, que obligó a que el partido se dispute por completo con el techo desplegado, la fe en Delpo se mantuvo intacta hasta el final.
Con mayor movilidad una vez empardado el score, Del Potro se abría para encontrar su letal derecha invertida y golpeaba como una mula. El que vino, fue un octavo juego eterno que se extendió durante 20 minutos.
Mandaba por 4-3 y dispuso de tres pelotas para quebrar al serbio, pero fue éste quien consiguió el game para igualar a cuatro.
Nole se llevó el tie break y técnicamente definió el destino del encuentro.
Del Potro nunca se rindió, fiel a su estilo, siempre peleó hasta la última bola sin dar por perdida ninguna.
Ni siquiera bajó los brazos tras entregar su saque en el cuarto juego del tercer set. Rompió de vuelta y encendió una mínima luz de esperanza, pero Nole supo con una gran cintura esquivar el nuevo escollo y quebró en el octavo, luego conservó su saque y en su primer match point se llevó el partido.
Ambos se abrazaron en el centro de la cancha. El argentino lloraba desconsolado en su silla mientras el campeón festejaba el título con las personas más cercanas en su box.
A los pocos minutos, Nole y Delpo se fundieron en un abrazo de camaradería que ya no suele verse en un circuito cada vez más plagado por los recelos y la envidia.
Un capítulo más de un duelo que quedará por siempre en los libros del tenis mundial.