Por Matías Pouso (Corresponsal LBD en Parque Roca)
Tomas Berdych derrotó a Carlos Berlocq por 6-3, 6-3 y 6-4; y le dio el pase a la final a República Checa, en esa instancia lo espera España que venció a Estados Unidos por 3-1. Solo para la estadística, Mónaco derrotó a Ivo Minar por 6-3 y 7-6 (2), cerrando la serie 3-2 en favor de los checos. Del Potro presenció el partido y se fue abucheado por gran parte del estadio.
Los años pasan pero la historia se repite, grandes jugadores no necesariamente hacen un gran equipo, ese fue el problema que sufrió Argentina este año, y se capitalizó particularmente en esta serie perdida.
Las peleas por el protagonismo y el divismo golpearon a un grupo de tenistas que nunca logaron la comunidad necesaria para lograr el objetivo.
Pero dentro de la cancha hubo un partido, en el cual Charly Berlocq dejó absolutamente todo en la cancha, pero no fue necesario para siquiera arrebatarle un set a uno de las mejores raquetas de la actualidad.
El juego del checo no tiene fisuras, su derecha pesada y llena de variantes logra adaptarse a cualquier superficie, su servicio potente viaja siempre con gran colocación, y su revés a dos manos marca el ritmo del juego.
Por todo eso es que se mantiene hace más de dos años entre los 10 mejores jugadores del mundo, y que puede ganarle a cualquiera que tenga del otro lado de la red.
El primer set tuvo al nacido en Chascomús dándole batalla de igual a igual a su adversario a pesar de la notoria diferencia de nivel entre ambos jugadores.
El planteo táctico de Berlocq era sencillo en los papeles, pero difícil en la ejecución, utilizó su drive buscando el revés de su rival constantemente; se jugaron varios peloteos largos, pero las veces que la pelota del argentino no viajaba profunda, Berdych aprovechaba para invertirse hacia su derecha y obtenía con facilidad tiros ganadores.
Un solo quiebre le dio el parcial al tenista europeo en la única oportunidad que se le presentó, en tanto que Charly desaprovechó las dos que tuvo.
En la segunda manga, el bonaerense logró poner en jaque el servicio del sexto del mundo en cuatro oportunidades, pero siempre le faltó un pequeño suspiro para lograr quedarse con el mismo. Por su parte, el nacido en Valasske Mezirici capitalizó 2 de las cuatro chances con las que contó, haciendo de su derecha un arma letal.
Ya en el último set, Berlocq salió decidido a jugarse a todo o nada, y si bien el comienzo del mismo tuvo a Berdych a la cabeza, y con total comodidad para cerrar el pleito con rapidez, Charly sacó toda la argentinidad que le quedaba para darle pelea hasta el último punto.
Fue así que después de tanto luchar consiguió quebrar el saque de su contrincante, pero no fue suficiente. Cuando el argentino sacaba para ponerse adelante en el marcador, el checo pisó el acelerador y quebró en cero el servicio del 45 del mundo.
La conclusión que nos deja esta nueva eliminación es que más allá de los imponderables, lo que necesita el equipo argentino es conformarse como tal.
Dejar de ser una suma de partes y volverse un todo, cada tenista tiene que ser igual a sus pares sin importar su ranking, su talento y sobre todo, dejando de lado sus pretensiones.
No vale la pena hacer leña del árbol caído delatando ciertos rumores que han circulado por los medios, sino aprender de una vez por todas que la unión hace la fuerza.
El ejemplo a seguir es el equipo español de Copa Davis, pasan los años, los jugadores cambian, pero el espíritu y la camaradería que La Roja sigue demostrando es admirable.
Hasta el año 2000, los ibéricos solo tenían dos finales perdidas en su historial (1965 y 1967); desde el comienzo de este milenio todo cambio, los proyectos tenísticos a corto y largo plazo fueron cada vez más importantes.
Cinco copas es el máximo premio de este minucioso trabajo (2000, 2004, 2008, 2009, 2011), sumados a la final perdida en 2003 y esta nueva final a la que accedieron este fin de semana. Argentina tiene el talento en sus tenistas, falta todo lo demás.