Por Mauricio Zentner Lavori (Corresponsal LBD en Buenos Aires)
El seleccionado albiceleste obtuvo lo que buscaba en estas últimas dos fechas sudamericanas quedando como líder y cerrando el año invicto en partidos oficiales. Brasil 2014 está más cerca mientras Sabella consolida una estructura que con el correr de los partidos encuentra la armonía.
“Gran triunfo, hoy se vio un equipo. Me quedo con eso”, esas fueron las declaraciones de Javier Mascherano luego de la victoria frente a Chile, en Santiago. Es que desde la llegada de Sabella la Argentina no había podido mostrar 180 minutos de juego como un equipo más allá de sus falencias y virtudes.
En primera instancia, en Mendoza y frente a Uruguay la celeste y blanca demostró un poderío ofensivo implacable sumado a un control del partido decisivo. Domino siempre. Manejó los tiempos y ritmos del juego. Dos excelentes definiciones de Messi y un golazo de Agüero decretaron la fiesta en una victoria que fue muy dolorosa para el equipo de Óscar Tabárez.
En tanto, frente a Chile el encuentro fue diferente, si bien mantuvo el mismo esquema táctico utilizado frente al charrúa, la única modificación fue el ingreso de Campaganaro por Marcos Rojo lesionado. El equipo de Borghi, que se jugaba el orgullo ante su gente, salió a atacar a la Argentina, pero Romero demostró porque Maradona había dicho que con “Chiquito” teníamos arquero para quince años.
A pesar de que los trasandinos dominaban el encuentro con presión en todos los sectores y gente por el ancho del campo de juego apareció una genialidad del mejor del mundo, Lio Messi, que cambió la historia.
Luego sobran elogios para la exquisita definición de Higuaín que dictaminó el pleito en el que, si bien tuvo preponderancia el ímpetu chileno quedó de manifiesto la capacidad goleadora de los nacionales.
Recapitulando, la albiceleste demostró que está para cosas importantes. Se encontró una base de jugadores que de a poco va entendiendo y plasmando una idea, un estilo de juego. Se consolidó la saga central con Federico Fernández y Ezequiel Garay; se equilibró bien el mediocampo con Mascherano y Gago como estandartes y en el ataque se ha demostrado una jerarquía terrible y temible como a lo largo de la historia.
Pero no todo lo que brilla es oro. Si bien se destaca lo que se ha mejorado, cabe resaltar que las bandas defensivas han sido muy flojas sobre todo con Chile tras la suspensión de Rojo y el cambio de lado de Zabaleta.
Seguramente en lo que resta para el mundial se focalizará en mejorar los defectos y sobresaltar las virtudes. Hasta ahora resulta victorioso el estilo y el esquema aunque se sabe que no todos los equipos plantearán los choques como Uruguay y Chile.
Argentina encontró una base que parece consolidarse. Queda un año más de eliminatorias para solidificar una estructura que quiere llegar a suelo brasilero con ansias de gloria. De torear en rodeo ajeno. Es el deseo de todos.