La reciente desaparición física de Carlos Alberto Reutemann disparó rápidamente una gran idea por parte de nuestro hombre en España. Daniel Campos realizó un trabajo escrito sobre la Fórmula 1 Internacional. Durante un tiempo y a modo de homenaje espiaremos los capítulos que involucran al «Lole» y su rica historia deportiva. Cuarta entrega.
En el podio de Jacarepaguá precisamente no reinó la alegría, un serio Carlos Reutemann subió a lo más alto del cajón. Dejó su casco a los pies de Ricardo Patrese, que a su lado ocupó el tercer escalón.
Pero faltaba alguien en la foto de la ceremonia de coronación del Gran Premio de Brasil. El campeón del año pasado, el australiano
Alan Jones, enojado con su compañero en Williams, no estaba para celebraciones.
Pero ¿ por qué se llegó a esta situación tan insólita?.
Tras la fallida prueba de Kyalami, la temporada 1981 empezó oficialmente en las calles de Long Beach. El piloto argentino era el líder del Gran Premio de Estados Unidos, Costa Oeste, Jones le seguía muy de cerca.
Un pequeño grupo de rezagados apareció por delante de Reutemann, obstaculizándole su línea de carrera y el australiano aprovechó el momento para tomar la punta.
Ganó Jones, pero el argentino reclamó lo que figuraba en su contrato con la escudería “no podíamos pasarnos” aunque nadie le hizo caso.
Con los ánimos caldeados llegaron a Brasil. Reutemann, bajo la lluvia, dominaba y se escapó del australiano, pero desde el box no le marcaban el tiempo que les separaban.
Según otra cláusula del contrato, si la diferencia era de siete segundos o más, el piloto quedaba libre de acatar una orden de equipo.
Promediando la carrera un mecánico desde el box sacó un cartel: JONES-REUT, el mensaje era claro. Reutemann debía dejar pasar a Jones, lo cual no sucedió. El argentino se mantuvo adelante, luego alegó que no vio el famoso cartel y ganó la carrera.
Fue entonces que el australiano muy enfadado por el acto de rebeldía de Reutemann, se bajó del auto y se quedó en su box. A partir de ese día la relación entre ambos pilotos se enfrió.
Frank Williams abandonó a su suerte al argentino que ese año jugaría su última carta para llevarse el título en Las Vegas.