Por Matías Pouso (Corresponsal LBD en CABA)
Con su triunfo sobre el austríaco Dominic Thiem por 6-4, 6-3 y 6-2, en 2 horas y 42 minutos alcanzó su onceavo trofeo del Abierto Francés y 17° de Grand Slam.
El dentista de Rafael Nadal y el orfebre de Roland Garros tiemblan cada año que el español llega a la capital francesa a disputar el torneo más importante del circuito sobre polvo de ladrillo.
Este domingo mordió por undécima vez la Copa de los Mosqueteros, esta vez entregada por la leyenda australiana Ken Rosewall, y casualmente a Margaret Court, otra leyenda de la tierra de los canguros, fue a quien alcanzó con el récord de cantidad de trofeos obtenidos en un mismo grande.
En una semana donde solo tuvo dificultades reales en cuartos de final frente a Diego Schwartzman, Nadal demostró una vez más que es el mejor tenista sobre arcilla de la historia y que está más vigente que nunca.
Luego de despachar en la semifinal a Juan Martín Del Potro con un cómodo 6-4, 6-1 y 6-2, se topó en la final con Dominic Thiem, que venía de eliminar a la sorpresa del torneo, el tano Marco Cecchinato.
A pesar de mostrar destellos de gran tenis, el austríaco no estuvo a la altura de la gran cita. El español dominó el juego con esa pesada derecha que es marca registrada, y además le puso el plus de demostrar que está en su mejor estado físico.
Thiem aguantó en pie la embestida de Nadal en el comienzo, y si tenía nervios por su primera final de Grand Slam lo disimuló a la perfección.
Pero a pesar de eso, el español mostró sus pergaminos en el momento clave del set para sacar la primera diferencia.
En el crucial décimo game, el nacido en Wiener Neustadt tiró todo afuera y, tal como sucedió en la semifinal ante Del Potro, Rafa se quedó con el primer set por 6-4 en poco menos de una hora.
Extendiendo la sensación de deja vu con respecto al duelo ante el tandilense, el envión del español continuó en el arranque del segundo set, con un quiebre de entrada para ponerse 2-0 arriba.
Thiem se encargó de demostrar que tiene con qué tomar la batuta de esta nueva generación que tendrá la vara muy alta una vez que los galácticos dejen de monopolizar el circuito.
Pero la furia de Nadal era inaguantable, Thiem consiguió robarle tres games en esa segunda manga.
Pero finalmente con su servicio, el número 1 del mundo no dio lugar a sorpresas y selló el parcial por 6-3. Una nueva consagración estaba a la vuelta de la esquina.
Como lo marcaron siempre sus genes, Rafa en ningún momento levantó el pie del acelerador y salió en quinta marcha a cerrar el pleito lo antes posible.
Aunque Thiem levantó un triple break point en el primer game, el quiebre llegó en el tercero.
El trámite se encaminaba sin atenuantes al predecible desenlace, pero cuando Nadal sacaba 2-1 y 30-0 una alarma inesperada sonó del lado del de Manacor: pidió atención urgente por un calambre en la mano que le impedía tomar la raqueta con normalidad.
Aunque se quedó con ese game, la cara de preocupación del español le puso al partido una incertidumbre que no había tenido hasta ahí.
La tensión duró tan solo un suspiro, volviendo del descanso y ya sin señales de dolor, Nadal quebró el saque de Thiem y fue a servir para el partido.
El austríaco salvó cuatro match points, pero la quinta oportunidad fue la vencida para Rafa.
Selló el 6-2 y la coronación en un torneo 99% perfecto en el que cedió tan solo un set ante Diego Schwartzman.
Al menos por esta semana Nadal seguirá reinando el ranking mundial y se viene la gira de césped, en donde no defenderá gran cantidad de puntos, tan solo 180 de los octavos de final de Wimbledon.
También fue una gran semana para los mejores tenistas argentinos de la actualidad, que casualmente fueron eliminados del torneo por el campeón.
Schwartzman llegó hasta los cuartos de final y sumó 360 puntos para acomodarse a un paso del top ten en el puesto 11.
Por su parte, Del Potro se llevó 720 puntos de París para volver a colocarse en el cuarto puesto a tan solo 885 unidades del podio.
